FdA #92 - Vidas que no viviremos, preguntas que sí (I)
Sobre cómo imaginar lo imposible nos ayuda a entender lo esencial de ser humanos, incluso cuando no podemos cambiar nada.
"Lo que el hombre necesita realmente no es un estado sin tensiones, sino más bien luchar y esforzarse por una meta que valga la pena, una tarea libremente escogida."
—Viktor Frankl
A veces tengo la sensación de que la comodidad es el objetivo principal en casi todo. La cita de Viktor nos recuerda algo esencial: el ser humano no florece evitando la fricción, sino lidiando con la dificultad, en el sentido que se construye al asumir tareas difíciles que hemos elegido libremente. Esto no va de sufrir por sufrir, sino de encontrar propósito en medio del esfuerzo, incluso cuando los resultados escapan a nuestro control.
Lo Humano en tiempos de máquina
Hace poco he podido leer un libro que me ha hecho reflexionar muchas cosas. Me gustaría traer alguno de los pensamientos que he ido anotando y que me parecían que eran “carne de post”, buenas oportunidades para explorar temas que no siempre se perciben fácilmente en nuestro día a día.
No voy a hacer ningún spoiler del libro, todo se basará en experimentos mentales o analogías, haciendo poca o ninguna referencia a la trama. Tampoco voy a decirte qué libro he usado para estas reflexiones, eso lo dejo para la segunda parte. Aunque es posible que, si lo has leído, ya te imagines la respuesta.
¿Si no pudieras cambiar nada, actuarías de otra forma?
Creo que todo ser humano sobre la faz de la tierra se ha cruzado en algún momento con pensamientos del tipo “Si pudiera volver atrás en el tiempo, haría esto o aquello de otra manera”.
Imagina por un momento que formas parte de un experimento enorme y el tiempo que percibes no es una línea abierta hacia lo posible, sino un bucle cerrado donde ya todo está decidido. Todo. Tus errores, tus aciertos, tu pasado, tu futuro…
En ese supuesto, dentro del experimento, si fueras consciente del contexto que te he descrito, ¿podrías vivir con ello o caerías en la desesperación? ¿Tendría sentido alguno que intentaras hacer las cosas “bien”? ¿Tendría sentido esforzarse y superar retos asumiendo los estresores que hay que sufrir?
En mi caso creo que la respuesta es un rotundo sí. Independientemente del resultado, me justificaría -o engañaría- a mí mismo diciéndome que tomé el camino más alineado con mis valores, dada cada circunstancia, a pesar de no poder cambiar nada.
Me ayudaría a tener paz mental, a poder dormir a pierna suelta por la noche. Porque no se me ocurren muchas cosas que aporten más serenidad que la sensación de haber hecho algo porque era lo que creía correcto.
A veces uno acaba sintiendo cierta atracción hacia esos estresores, solo por ese posible bienestar que se vislumbra detrás de la montaña que hay delante y la sombra que proyecta.
Cuando pensar desgasta el universo
Vamos con otro experimento imaginario. Eres un ser inmortal, pero cada vez que piensas, gastas un poquito de aire, de forma literal. Pensar tiene un coste a nivel físico, se consume una parte del aire que hay en el universo.
La entropía es una medida del desorden. Por ejemplo, una botella de cristal tiene un cierto nivel de entropía, sus átomos están organizados de una forma muy concreta. Una botella de cristal rota en mil pedazos, tiene mucha más entropía, todos sus átomos podrían reorganizarse para dar forma a algo muy diferente a una botella.
Imagina que tu mente, ideas o la consciencia también están sometidas a la entropía, igual que la botella. Mientras piensas, el universo se va deshaciendo en incontables pedazos, poco a poco.
Sabes que algún día el aire se va a agotar y ya no podrás pensar. ¿Sentirías una condena sobre ti? ¿O sentirías gratitud? Aunque en este universo seas inmortal, pensar no es un derecho eterno, es un privilegio temporal. Cada momento de lucidez es un pequeño milagro de equilibrio entrópico antes de que todo pensamiento termine.
Creo que no podría evitar sentir cierta sensación de condena, pero al mismo tiempo, el hecho de saber que tarde o temprano llegará el día en que el cosmos ya no dirá nada, me haría ver que, mientras el aire fluya, cada pensamiento sería como un pequeño acto sagrado.
Su valor sería incalculable.
Educación vs Configuración
A un asistente virtual le puedes configurar unos valores y cambiárselos cuando te convenga. ¿Si tuvieras opción de criar a un hijo de la misma forma en la que configuras un asistente, lo harías?
Imagina que puedes hacer algo similar creando seres digitales capaces de expresar emociones, aprender idiomas e incluso que, en cierto momento, se les despierten deseos.
Tendrían capacidad de aprender, se podrían equivocar, harían preguntas… incluso a veces se podrían rebelar. No serían adultos en el momento de su creación, requerirían tiempo, cuidado y paciencia para “crecer”.
Cuando te plazca, también los podrías apagar, hacerles un reinicio de fábrica, actualizarlos con ciertas capacidades… incluso abandonarlos.
Creo que la crianza no puede basarse en el control. Me parecería cruel poder modelar a otro ser para que tuviera mis mismas creencias y sistema de valores. La crianza debería estar basada en el compromiso, en acompañar durante durante el proceso y ayudar a levantarse cuando sea necesario. A dejar espacio tanto para la alegría como para el sufrimiento, aunque no siempre nos guste el resultado.
¿Es bueno esperar obediencia ciega de otro ser inteligente? Querer su compañía sin conflicto alguno. Sometimiento. ¿Podría tener empatía real sin dotar de libertad a ese ser digital? Yo creo que no.
El día en que podamos hacer algo similar con una IA General podría llegar. No me parece cercano, pero sí verosímil. Y no me preocupa tanto si la IAG será como nosotros, sino si nosotros seremos dignos de poseer algo así.
Educación delegada
Todos hemos visto en alguna ocasión a niños pequeños con un móvil o una tablet en las manos. Un dispositivo que sus padres han puesto ahí para “que el niño no moleste”, para que se esté callado, que no se aburra y para aplacar rabietas si la situación se tuerce.
Ya que he sacado el tema de la educación, la siguiente reflexión me viene al pelo. Imagina que se inventa un robot que tuviera la capacidad de cuidar de forma completa de un niño pequeño, desde el nacimiento hasta los 10 años, por decir algo. No se cansa, no se desgasta, está en todo momento pendiente, actúa de forma objetiva, con eficiencia perfecta.
Podemos dar por supuesto que la criatura no sufriría ningún daño físico ni cualquier tipo de maltrato provocado de forma directa por el robot. Su precisión sería superior a la humana. Los humanos podrían dormir por las noches y continuar con sus quehaceres tranquilamente, sin renunciar a nada. Aparentemente.
¿Sería esa una buena crianza? Creo que, tanto si lo tenemos claro como si está en el fondo de nuestro pensamiento, todos estaremos de acuerdo en que la respuesta es que no. ¿Pero por qué?
Yo diría que el mayor error sería pretender que la educación de un hijo o hija tiene que ser perfecta. La eficiencia, en este caso, sería el mayor de los errores. El problema de ese robot es precisamente que funcionara demasiado bien, pues la esencia de lo humano está en los errores, las emociones, el roce, el calor, las contradicciones. De ahí nacen los vínculos de verdad.
Si eliminamos todo eso no me quiero imaginar cuál sería el resultado. La educación tiene partes que no se deben optimizar. Mientras crecemos necesitamos aprender a frustrarnos, a equivocarnos. Aprender a desaprender. El lazo real entre personas, da igual la edad, nace de la imperfección.
Como ya he dicho alguna otra vez, esto no va de rechazar la tecnología, solo creo que es importante que valoremos a qué partes de lo que nos hace humanos estamos dispuestos a renunciar a cambio de un poco más de comodidad.
Recomendaciones de la Semana
🎧 Podcasts
En este episodio de Polymatas, Val se atreve a hacer algo poco común: cuestionar una de sus propias creencias. No te pierdas cómo analiza su visión del patriarcado: ¿es realmente el chivo expiatorio de las feministas radicales, como pensaba? ¿O hay matices que no había considerado? Una reflexión valiente, incómoda y necesaria para cualquiera que quiera pensar por sí mismo.
¿Tiene sentido la alquimia en pleno siglo XXI? En este episodio de Mindfacts, se explora cómo algunas ideas alquímicas -como la transmutación o la vida eterna- encuentran ecos en la ciencia actual. Un viaje entre historia, tecnología y magia moderna.
Muy interesante 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?
1. Un rotundo sí, como el tuyo. Soy inmune a las ideas del bucle cerrado, la teoría de la simulación, el determinismo más duro… etc. Y creo que no solo son posibles sino más probables que un universo donde cada individuo es “arquitecto de su destino”.
El mundo, la gente, la vida… ya son gloriosos de por sí. El simple existir y ser un observador es una fiesta. Si cambiáramos algo seríamos otra persona. Explico mi manera de pensar, con ciencia y a fondo, en nuestro artículo de hace unas semanas, “¿Por qué naciste?”
2. Solo gratitud. Como ser humano, es un honor aumentar la entropía del universo más que cualquier otra estructura conocida (en proporción a nuestro tamaño).
3. Si pudiera configurar a mi hijo como configuro un asistente virtual, lo haría. Ya lo hemos venido haciendo o intentado desde hace miles de años, no? Solo que con niveles de ignorancia inimitables… Si existiera un botón o parámetros etiquetados, a darle. No es cinismo: si los seres humanos fuéramos fácilmente configurables de esa manera, pues muy poco nos separaría de un asistente virtual. En ese caso, optimicemos. Ya vendrá la complejidad y la teoría del caos a darle profundidad y emergencias a nuestro trabajo.
4. Terrible crianza: los seres humanos necesitamos de pocas cosas para funcionar bien. Pocas. Pero una que se sabe necesaria es la vinculación emocional, los afectos y socialización. Si no existe, la química hormonal se va al diablo y buena suerte. Hablo no solo de la química del hijo, sino la de los padres también.
Gracias por las preguntas, muy buenas. Y a esperar la siguiente entrega (ya sospecho qué libro es!).