FdA #86 - Inteligencia Viva: La próxima gran disrupción entre la IA y la biología
Sobre cómo estamos construyendo sistemas que no son totalmente vivos ni completamente artificiales, pero que podrían ser ambas cosas.
"La naturaleza no dibuja líneas. Solo nosotros lo hacemos." — Jorge Luis Borges
La naturaleza no está dividida en líneas definidas. No en sí misma, somos nosotros quiénes creamos categorías y estructuras en el mundo. La distinción entre lo vivo, lo artificial y lo sintético no es más que una herramienta conceptual que hemos creado.
La naturaleza solo fluye, se adapta, muta.
Quizá, como sugiere Borges, debamos aceptar que esas divisiones son nuestras, no de la realidad. Y que el gran desafío del siglo XXI no será crear vida, sino aprender a vivir en un mundo donde lo creado y lo nacido son parte del mismo continuo.
Tecnología que respira
Durante los últimos años, los límites entre lo vivo y lo artificial se han difuminado un poco más. Hemos aprendido a construir inteligencias artificiales que “aprenden”, sistemas biológicos que se programan de forma parecida al software y células que son capaces de procesar información bajo demanda.
Están emergiendo conceptos que parecen sacados de la ciencia ficción, es el caso de la Inteligencia Viva. ¿Dónde termina lo biológico y empieza lo sintético? ¿Estamos creando vida, o algo nuevo?
Living Intelligence
Este término fue acuñado por primera vez durante la década de los años 50 del siglo pasado, pero el concepto ha resurgido de nuevo recientemente en discusiones sobre la evolución de la IA y su integración con la vida cotidiana y los sistemas vivos.
El término sirve para describir la nueva etapa en el desarrollo de inteligencia artificial enfocada a algo que va más allá de ser usada como herramienta tecnológica, sino que trata de ser integrarla de manera orgánica en nuestra cultura, economía y día a día de las personas, transformando la forma en la que vivimos.
Dado que la IA tiene capacidad de adaptarse, aprender y evolucionar en tiempo real, era cuestión de tiempo que se hiciera esta asociación. La IA es capaz de imitar las características de los seres vivos.
La Inteligencia Viva nos propone una convergencia entre IA, biotecnología y sensores avanzados. Es una fusión que tiene como objetivo crear sistemas que sean capaces de aprender, adaptarse y evolucionar, integrando elementos vivos y sintéticos.
Un ejemplo de esto es CL1, un ordenador biológico que utiliza células cerebrales. También existen proyectos de biología generativa de empresas como Ginko Bioworks o DeepMind que son claras referentes de este enfoque.
Delimitando conceptos
Ya que a veces puede resultar confuso marcar la diferencia entre lo que está vivo de lo que no, vale la pena establecer algunas descripciones básicas que nos permitan diferenciar mejor a los “sistemas vivos” que, seguramente, serán más habituales y populares durante las próximas décadas.
Lo vivo
Es lo que podemos relacionar con lo biológico. Tradicionalmente hemos definido la vida como esos organismos autónomos que tienen la capacidad de reproducirse, procesar sustancias para obtener energía o repararse y evolucionar.
Bacterias, humanos y árboles son ejemplos de organismos vivos. La pregunta es: ¿Se puede sintetizar la vida y que siga siendo “vida”?
Lo artificial
Normalmente relacionado con todo lo digital. Se trata de sistemas creados para emular o amplificar algunas funciones o procesos. Son ejemplos de esto los ordenadores o los robots industriales.
Todo lo artificial tiene un rasgo en común, carece de autonomía evolutiva o de un metabolismo propio. En otras palabras, nada que sea artificial se reproduce y sufre mutaciones aleatorias que den lugar a variantes que compitan entre sí para sobrevivir. Cuando algo artificial “mejora” es porque lo hemos diseñado nosotros así. Del mismo modo, tampoco transforman energía o materia para sostener su estructura y funcionar (la energía se usa de forma pasiva mediante fuentes externas).
Lo sintético
Es una hibridación entre lo vivo y lo artificial. Se trata de todos los sistemas diseñados que incorporan algunos elementos naturales y otros artificiales. Por ejemplo, las proteínas diseñadas por IA, los xenobots o los biochips.
Es debatible si se trata de vida creada o si es solo una extensión del diseño humano. Algunos de estos sistemas cumplen con características de “lo vivo” cuando disponen de metabolismo, se reproducen y se reparan. Ahora bien, no tienen otras de las características de lo que consideramos vida, como la evolución autónoma.
Es posible que al concepto “vida” le toque cambiar y adaptarse a nuestros tiempos. Más que un concepto binario, posiblemente sea un espectro que contenga muchas zonas grises.
¿Entonces estamos creando vida o no?
Desconozco si somos dioses creando vida, pero lo que sí estamos haciendo es diseñar y construir sistemas que integran muchas características de lo que entendemos por vida.
Algunas creaciones humanas tienen capacidad de adaptación autónoma, son capaces de procesar información y se integran con el mundo físico. También existe un aprendizaje que no es puramente algorítmico.
Mientras que en las IA -tanto clásicas como modernas- el aprendizaje se produce de forma estrictamente algorítmica, los sistemas basados en materia biológica son un poco diferentes.
En sistemas sintéticos podemos ver conexiones que se refuerzan o debilitan mediante procesos bioquímicos. Sus respuestas no son completamente reproducibles o predecibles al depender de multitud de factores como el entorno, un estado del propio sistema o de dinámicas emergentes.
Si en los sistemas basados en algoritmos existe un objetivo claro, en los sintéticos esto no tiene por qué ocurrir. Hay ocasiones en las que sus redes autoorganizan patrones debido a su dinámica interna.
Vemos comportamiento emergente en diseños de origen humano, y esto es increíble.
Implicaciones
En mi opinión no importa demasiado si estamos creando vida o no. No es eso lo importante, a mi parecer, sino lo que hagamos con esa vida.
El ordenador CL1, es un cúmulo de neuronas vivas sin una conciencia -que sepamos- pero que tiene respuestas adaptativas y aprende a jugar al Pong. ¿Importa que carezca de subjetividad, o el hecho de que sea materia viva debería conllevar límites sobre cómo hacemos lo que hacemos con ella?
Supongamos por un momento que de esa vida incluso puede llegar a emerger una conciencia similar a la nuestra.
Si se diera el caso, ¿qué derechos deberían tener estos sistemas? ¿Deberían tener derechos si quiera? Si existe la posibilidad de que nuestras creaciones puedan sufrir, parece aceptable que pongamos límites.
¿Pero seria moralmente aceptable llevar a cabo los proyectos que supongan la creación de vida? Actualmente existen varias líneas de debate que confrontan varias posturas.
Por un lado tenemos a quien defiende que, mientras no haya sufrimiento o conciencia, no hay ningún dilema moral relevante. Luego, por otro lado, hay quién es más precavido y su argumento va a favor de aplicar un marco ético sobre la manipulación en este tipo de sistemas, con unos principios similares al uso de animales en experimentación.
También existe una postura que defiende que, a medida que estos sistemas se vuelven más complejos, es posible que emerja algo parecido a la conciencia o la capacidad de sufrir, por lo que es importante tener de antemano un marco legal que otorgue a estos sistemas un cierto estatus proporcional a sus capacidades.
Todo esto son suposiciones, pero lo que hoy es una cuestión teórica mañana puede convertirse en algo urgente. Quizá sea buena idea estar preparados para que, si se da el caso, podamos responder de la forma más respetuosa posible. Aunque no tengo tan claro que podamos ponernos de acuerdo fácilmente en qué entidades merecen respeto y cuáles pueden ser manipuladas sin reparo.
Conclusión
La línea entre lo vivo y lo no vivo no está clara. No sé si alguna vez ha sido algo evidente. El caso es que hoy, me parece que se trata más bien de una escala de grises que de algo dicotómico.
Por ahora la Inteligencia Viva no es ni una amenaza ni una salvación. Es un territorio nuevo que estamos explorando que tiene un enorme potencial para multitud de campos del conocimiento. Para poder explorar bien estos nuevos caminos que se nos abren, podría ser conveniente el desarrollo de nuevos marcos que nos permitan entender mejor la coexistencia entre lo natural, lo artificial y lo sintético.
En un mundo donde lo diseñado pueda comportarse como lo nacido, ¿quién podría reclamar el título de “vivo”?
Seguramente ambos.
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Hace muy poco he empezado Exhalación, una serie de relatos que tratan temas relacionados con el libre albedrío o la exploración de diferentes líneas temporales. Engancho cual garrapata desde la primera página.
¡Buen artículo! Pego mi comentario del restack:
Tema fascinante. Las categorías son un invento de los seres humanos y con el tiempo pierden su utilidad. Muchos piensan que este siglo será cuando la vida se volverá independiente de su sustrato.
Otros, más audaces, todavía medio en broma, dicen que la vida no existe (“Life does not exist”, Andrew Ellington). Se habla de sistemas dinámicos, adaptativos, autoorganizados, complejos, lejos del equilibrio, etc.
Vale la pena robarse parte de un artículo reciente de Michael Levin (el autor de los xenobots, anthrobots y, ahora, los neurobots), ideas que comparten otros investigadores con proyectos adyacentes (Joscha Bach, Ricard Solé, Mark Solms, etc.):
“La distinción binaria [entre vida y máquina] ha superado su utilidad, dado que nada es conforme a nuestro modelo formal de ello, y ni la vida ni las máquinas son lo que pensábamos. Incluso los sistemas más simples realizan “misiones secundarias” interesantes que exceden lo que abarcan nuestros modelos de algoritmos y materiales. Una alternativa preferible: pluralismo y pragmatismo, hipótesis centradas en el observador y evaluadas empíricamente sobre qué conjuntos de herramientas, a lo largo del espectro de agencia, permiten interacciones eficientes con un sistema dado. Es preciso recalibrar nuestras expectativas respecto a lo que se requiere para que un sistema se vuelva susceptible al uso de herramientas agénticas (y no se necesita mucho).”