FdA #89 - El Caos No Es el Villano. El Control, A Veces, Sí.
Sobre cómo domesticar la incertidumbre nos vuelve más frágiles, y por qué el caos no siempre necesita solución, sino escucha.
“El orden artificial aumenta la fragilidad. El desorden natural fortalece.”
— Nassim Nicholas Taleb
Forzar estructuras rígidas y artificiales en sistemas complejos hace que se vuelvan vulnerables. A veces eso hace que nosotros mismos nos volvamos vulnerables. Lo que creemos que nos va a proteger, nos acaba dañando.
El caos no es ninguna amenaza, es un motor de fortaleza. No hay peligro en él, el riesgo real está en creer que podemos controlarlo.
El arte de leer el caos
El siguiente texto, aunque lo parezca, no es caótico:
Ella se despertó tarde. El café se enfrió. Tres correos, dos llamadas, una notificación de error.
El algoritmo cambió. Su calendario también. Apretó “Actualizar”. Nada pasó.
Respiró. Otra vez. Luego pensó: ¿por qué todo parece fuera de lugar si siempre pasa lo mismo?
Orden disfrazado de caos. No es aleatorio aunque pueda parecerlo, se puede intuir una progresión y una estructura.
En cambio, este otro texto…
Tecla luz correr trampa sombra wifi elefante buzón scroll 404 7 mentiras.
Salto glitch emoción archivo cerrar miedo clip.
Otra vez. Otra. Vez. Nada. Todo.
Sonido. Eco. Error.
No tiene ningún orden. Si nos topamos por la calle y te suelto todo eso pensarás que estoy puto loco. Con razón. Ahí no hay progresión que valga, ni estructura. Solo es ruido, palabras sueltas.
¿Notas la diferencia? No siempre es evidente. En un contexto altamente tecnológico como en el que vivimos no siempre vamos a diferenciar el caos del desorden. Porque no son lo mismo. El caos es un sistema con reglas que aún no entendemos, aparentemente carece de sentido.
Adictos al caos
Entonces, el caos es un tipo de orden que está por conocer. Nada que ver con la confusión o el desorden. No, mamá, mi habitación no está desordenada, todo está en su sitio, solo que tú no ves el orden que hay en mi caos.
El origen de este término está en la palabra griega Khaos, usada en su día para referirse al vasto espacio antes de la creación. No era desorden, sino potencial sin forma, un estado previo al cosmos al que daba paso.
Con el tiempo, la ciencia recuperó esa intuición. En física y matemáticas, el caos describe sistemas tan sensibles a sus condiciones iniciales que pueden parecer impredecibles, incluso aleatorios. Pero no lo son. Siguen reglas estrictas, aunque sus resultados sean imposibles de anticipar a largo plazo.
Así, khaos y caos no están tan lejos. En ambos casos hablamos de complejidad en estado puro, de un orden profundo que aún no sabemos leer.
Los algoritmos de recomendación te hacen propuestas que no has pedido, a veces inesperadas. Puede parecer algo aleatorio, pero no lo es, detrás del telón alguien -o algo, mejor dicho- que ha estudiado tus clics, pausas, tiempo de visionado, etc. Pequeñas decisiones en tu interacción van a provocar cambios impredecibles en el resultado final.
El tráfico en internet está formado de millones de peticiones simultáneas, datos viajando de un punto a otro por caminos que cambian constantemente. Parece una locura visto de lejos, pero cuando hacemos zoom, vemos que hay protocolos y algoritmos de enrutamiento que permiten que los datos lleguen a buen puerto, incluso cuando algunos caminos fallan.
En los mercados financieros vemos subidas y bajadas de precios que no parecen tener explicación, pero se trata de un sistema que se retroaliementa y un conjunto de pequeñas acciones de todos sus integrantes hacen que la rueda siga girando (o no). A veces, incluso una pequeña noticia puede provocar grandes terremotos.
Encontrar ese orden oculto puede estar fuera de nuestro alcance. Y no pasa nada, está bien que sea así.
Aprovecha el desorden
La innovación también puede surgir del ruido, de sucesos impredecibles. Explorar sin saber qué resultado esperar.
El caos tiene reglas. Serán complejas, quizá no las entendamos, quizá ni siquiera seamos conscientes de ellas, pero ahí están. Y aunque el desorden no las tenga, también puede jugar un papel relevante a nuestro favor.
A partir del ruido se nos pueden abrir puertas impensables para nuestra lógica lineal. Incluir algo de aleatoriedad puede ser muy beneficioso, por eso algunos algoritmos de aprendizaje por refuerzo la usan para salirse ligeramente del camino marcado e intentar encontrar soluciones mejores.
Dejar de lado el orden puede prender la chispa que activa la búsqueda de sentido. No es cuestión de adoptar el desorden, simplemente pasar por él y ver si hay algo que nos pueda resultar útil.
¿Se puede domesticar al caos?
Lo intentamos continuamente, y suele salir mal.
El orden gusta porque nos da seguridad y estabilidad, pero no podemos forzarlo, tiene que llegar de forma más o menos natural. De lo contrario nos hace frágiles.
En un mundo cada día más complejo es muy tentador intentar imponer un orden. Hasta cierto punto nos ayuda, por ejemplo cuando clasificamos, predecimos o automatizamos procesos. Pero como digo, solo hasta cierto punto. Intentar controlar lo incontrolable no reduce el caos, lo amplifica.
Efecto de las redes sociales
Las redes sociales usan algoritmos para maximizar la atención de los usuarios con el objetivo de obtener el recurso más preciado: el tiempo. Aprenden tus gustos, con ello te muestran lo que más te atrae y te mantienen enganchado. Dirigirán hacia ti el contenido que mayor probabilidad tenga de retenerte.
Al intentar moldear el comportamiento, acaban sesgándonos. Se crean burbujas de opinión, aumenta la polarización y las conductas adictivas. El intento de ordenar la experiencia social acaba generando un caos mayor que resulta en desinformación, radicalización y ansiedad.
Nada nuevo a día de hoy.
El espejismo del control de precios
En multitud de ocasiones ha habido -y seguirá habiendo- intentos de intervenir en los precios de mercado sin provocar catástrofes, creo que ninguno lo ha conseguido por ahora. Lo hemos visto tanto imponiendo suelos como techos en precios de alquileres, combustible, salarios, alimentos… Es algo que da votos, pero no resultados positivos.
El resultado habitual es la distorsión de la oferta y la demanda, se rompen los incentivos que hacen fluir las interacciones mercantiles, se generan mercados negros, sobreproducción o escasez que impacta mayormente en la gente más necesitada. Como dice Thomas Sowell, las intenciones del control de precios pueden ser muy buenas, pero no importa. Lo que importa es las consecuencias que conlleva.
Los mercados son sistemas caóticos que se autorregulan. Las expectativas, los rumores, las decisiones en masa o pequeños cambios pueden provocar movimientos notables. Cuando se intenta imponer un orden fijo se tiende al efecto contrario al que se pretende conseguir.
Eso no significa que no debamos intervenir cuando se produce un fallo sistémico, que ocurre, el libre mercado no es infalible. Pero mejor si no metemos mano como quien arregla un reloj suizo a martillazos.
Educación algorítmica
A lo largo de los últimos años han surgido muchas propuestas de sistemas de aprendizaje adaptativo, algo que a mi me ilusionaba y me parecía muy prometedor. En estos momentos tengo mis dudas.
El aprendizaje forma parte del comportamiento humano, y sabemos que no es ni lineal ni medible completamente. Intentar convertir la experiencia de la educación en un conjunto de reglas de gamificación podría estar castigando a quién aprende de forma lenta y profunda o limitar la creatividad o el pensamiento divergente. Por no hablar de la desvinculación de la enseñanza del contexto humano, social y emocional.
El orden impuesto por una máquina nos podría desconectar de ese terreno fértil que es aprender, donde equivocarse, dudar y hacerse preguntas debería ser parte esencial.
Igual que en el ejemplo anterior, añado un matiz importante, y es que lo anterior no implica que sea mejor continuar con nuestro actual y obsoleto sistema educativo.
El corolario es que cuando tratamos a los sistemas complejos como si fueran simples, el problema no es el caos, el problema somos nosotros. No toda bestia está hecha para ser domada, a veces respetar sus dinámicas será más eficaz que poner una camisa de fuerza.
Aprender a leer el caos
El caos no es un enemigo que debamos combatir, más bien fluir con él hasta que logremos entenderlo mejor. No todo se puede predecir o simplificar, creer lo contrario solo lleva a la frustración.
Se puede hacer una analogía interesante con la música. El caos tiene un ritmo que todavía no hemos descifrado, como cuando escuchas jazz por primera vez y piensas que cada miembro de la banda va por su lado, pero poco a poco te vas dando cuenta de que se están complementando mutuamente.
El caos requiere ser escuchado, observado. Con paciencia, quizá te deje que bailes con él. Pero no intentes obligarlo, porque te llevarás un buen pisotón. O un rodillazo en los genitales.
Hacer una analogía con el jazz y luego compartir esta canción puede parecer un desvarío, pero qué le vamos a hacer, también me gusta Megadeth 🎷🤘.
Estoy en proceso de entender mis caóticos gustos.
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Muy interesante 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?
Qué delicioso temas, el caos y la complejidad. Me dejó pensando en algo que aprendí en un mercado: las coliflores bonitas no son las mejores, los tomates con mordiscos de insecto hacen salsas brutales. O querían deshacerse de ellos? Resulta, luego confirmé, que sí, suelen tener más fitoquímicos que los perfectos. El estrés del ataque activa sus defensas y, oh paradoja, los vuelve más nutritivos. Orden biológico disfrazado de desorden estético.
Otra conexión. La importancia del ruido en el origen de la vida: sin el constante bombardeo radioactivo de los primeros cientos de millones de años de la Tierra, no habría vida. El ruido introduce nuevos patrones al espacio recombinante. 🤘