FdA #82 - Del Fuego al Chip: ¿Es Esta la Próxima Gran Mutación Humana?
Sobre cómo el cuerpo humano ha dejado de portar tecnología para empezar a convertirse en ella.
"Toda herramienta poderosa que creamos acaba transformándonos más que nosotros a ella." - Kevin Kelly
Cuando pensamos en tecnología, solemos imaginar algo que controlamos: una herramienta que usamos para mejorar nuestra vida, facilitar tareas o resolver problemas. Pero la historia demuestra una y otra vez que las tecnologías más potentes no se quedan quietas en nuestras manos, sino que nos cambian desde dentro. La pregunta no es si vamos a dominar esta nueva herramienta, sino qué versión de nosotros mismos surgirá tras convivir con ella.
Cerebros conectados, cuerpos divididos
A los 22 años, Noland Arbaugh sufrió un accidente mientras practicaba buceo que lo dejó sin movilidad del cuello hasta los pies. Tuvo que vivir con esta condición durante ocho años hasta que se sometió a la cirugía que, aunque no solventara su principal incapacidad, sí cambiaría notablemente su vida a mejor.
Fue el primer ser humano en tener implantado en su cerebro un chip de Neuralink. Son muchos los años de investigación que han permitido que Noland pueda interactuar con dispositivos electrónicos utilizando una interfaz cerebro-computador. Lo que hace el chip es, mediante pequeñas señales eléctricas que se generan en el cerebro a partir pensamientos motores, traducirlas en comandos para interactuar con dispositivos digitales.
Ahora Noland puede hacer algo muy parecido a lo que cualquier usuario puede hacer con un móvil o un ordenador.
¿No es genial?
Sin duda para Noland lo es, y aunque sea un primer paso para poder ayudar a todas las personas que pierden gran parte de su movilidad u otras habilidades, también puede convertirse en un problema por los retos éticos que se nos plantean.
Fusión humano-IA
Los hitos de Neuralink, así como el de otro puñado de empresas que ya desarrollan y van a probar a no mucho tardar dispositivos similares, si no lo han hecho ya, abren las puertas a la fusión carnal entre biología y tecnología.
No es solo cuestión de prótesis médicas, estamos ante la posibilidad real de aplicar algoritmos de IA para… ¿ampliar nuestra cognición? ¿Es eso factible?
La IA ha pasado a formar parte del día a día de millones de personas en forma de herramienta externa. Aún estamos en los albores de esta revolución, lo estamos digiriendo. ¿Estamos preparados para que la IA forme parte de nosotros rompiendo la barrera del cuerpo humano?
Este tipo de chips puede interpretar en tiempo real las señales eléctricas del cerebro para facilitar la interacción posterior con interfaces digitales. Esto lo hace mediante algoritmos para detectar patrones, que serán diferentes en cada usuario, aplicando ajustes personalizados en cada caso.
En este caso, la IA se pone las botas con los datos que genera nuestro cuerpo. Somos su alimento. Es un poco creepy.
Es algo que me causa cierto rechazo, y eso que no peco precisamente de ser alguien tecnófobo. No me puedo imaginar qué pensará de todo esto alguien que sienta, de forma natural, cierto rechazo hacia la tecnología.
El usuario y el chip entran en una especie de retroalimentación dónde el cerebro se adapta al dispositivo, y viceversa. Es la fusión entre la neuroplasticidad y el aprendizaje automático.
¿Podría este tipo de interfaz, con un giro de tuerca, escribir información en nuestro cerebro? Hablamos de abrir las puertas a nuevas formas de memoria o aprendizaje.
Es un cambio de una magnitud sin precedentes, el cuerpo humano pasa de ser un portador de tecnología a convertirse en tecnología.
Quizá sonaba a ciencia ficción hace unos años, pero ahora ya me pregunto si realmente estamos cerca de ver cómo conseguimos mejorar artificialmente nuestra cognición o la coordinación motora.
Algunos dilemas
Sin duda, de hacerse realidad sería extraordinario. El hecho de poder restaurar funciones perdidas o mejorar habilidades humanas parece una idea, a priori, atractiva.
Ya sabemos que toda tecnología disruptiva trae consigo retos y dilemas éticos que se deben debatir. Esta no es diferente.
Seguridad
Si tuviéramos millones de dispositivos cerebrales conectados a sistemas digitales, ¿existiría la privacidad de nuestra actividad cerebral? Piensa en qué podría pasar si se consigue interceptar y manipular parte de todas estas señales.
Todos los datos biológicos recopilados serían gestionados por empresas. ¿Delegarías esa información a un tercero? Puede que sea una fase que debamos pasar. Antiguamente era impensable que subiríamos nuestros gustos, fotos y datos personales a internet, hoy es algo bastante habitual y no se cuestiona. ¿Podríamos habituarnos también a compartir información cerebral sensible?
Sin duda estos datos tendrían mucho valor para empresas que estuvieran en disposición de analizarlos para intentar sacar un rendimiento económico. Y no veo del todo imposible que los vendamos a cambio de una funcionalidad premium. O a cambio de nada.
Autonomía y agencia
Si nuestra libertad de acción ya está, como mínimo, adulterada al estar expuestos a multitud de algoritmos, imagínate en el caso de fusionar nuestra biología con la IA. Al aprender de tus patrones neuronales, el chip podría anticiparse y sugerir tus siguientes pasos con mucha más precisión.
¿Cambiaría nuestra forma de pensar? ¿Seríamos la misma persona con o sin implante? Saber que hay alguien o algo interpretando nuestros patrones cerebrales podría asemejarse a la sensación de sentir que alguien te mira o te está grabando continuamente.
Por otro lado, esto no solo nos volvería más listos, también nos volvería, paradójicamente, más tontos.
Hace poco tuve que viajar por trabajo y dio la casualidad que, justo antes de llegar a destino, mi móvil murió. Seguramente hubo un sobrecalentamiento y se apagó, sabía que tardaría un buen rato en poder volver a encenderlo. Ni siquiera tenía la certeza de que podría hacerlo. En ese momento me sentí desprovisto, como si una parte de mí faltara.
A día de hoy ya tenemos una dependencia casi total del móvil, lo cual nos hace más tontos. O menos apañados, por suavizarlo un poco. Con un implante que nos permitiera mejorar cognitivamente, esta situación se acentuaría. Nuestra idiotez sería mucho más volátil.
La brecha de acceso
Este es un clásico. Y pasa con cualquier tecnología, no veo por qué iba a ser diferente en este caso. El problema es que, de darse la situación en que podemos mejorar cognitivamente de forma artificial, los primeros con poder de acceso a esta hazaña tendrían una ventaja competitiva enorme sobre el resto.
¿Sería entonces deseable aplicar una regulación más estricta en este caso? Tengo mis dudas. Tiendo a pensar que la rigidez en la regulación coarta las libertades, pero ante algo así no soy capaz de posicionarme todavía.
Puede ser que la desigualdad cognitiva sea una de las formas más radicales de desigualdad que pueda haber. Más incluso que la económica. No solo afectaría a la capacidad de pensamiento, también a la motora.
Si he de escoger entre un mundo donde solo hay pobreza o uno donde unos son ricos y otros son pobres, me quedo con el segundo, sin dudarlo. ¿Puedo aplicar el mismo razonamiento con humanos “normales” y humanos “aumentados”?
Una de las principales formas de categorizar a las diferentes clases sociales durante los últimos siglos ha sido a través de la economía. Unas nuevas clases neurológicas podrían hacer sombra a las anteriores. Humanos mejorados con acceso a implantes, humanos naturales con habilidades tradicionales y los excluidos, sin acceso ni posibilidad de competir.
Las desigualdades económicas son más o menos reversibles. No estoy seguro de que una posible brecha neuronal se pueda revertir.
¿Sería esta una nueva arquitectura de poder, más allá de una herramienta tecnológica?
Posible cambio evolutivo
El descubrimiento y dominación del fuego dejó huella en la evolución del género Homo. El fuego permitió que obtuviéramos más calorías de los alimentos, que pudiéramos comer algunos que antes no eran digeribles sin cocinado. La fisionomía de nuestra mandíbula se adaptó, nuestro cerebro empezó a consumir más energía, y a desarrollarse como nunca antes.
Nuestro comportamiento también se adaptó, pudimos empezar a hacer planes a medio y largo plazo. Surgieron las comunidades y con ellas el intercambio de conocimiento.
Si por un momento nos subimos en el DeLorean y damos un salto de un millón de años hacia delante, podríamos ponernos en la piel de un futuro antropólogo e intentar pensar qué cambios evolutivos se produjeron en el pasado y qué elementos determinantes los marcaron.
Si bien el fuego sería uno de esos elementos, la fusión entre humano y máquina inteligente bien podría ser otro. Podría ser un punto de inflexión similar al del fuego: no solo una herramienta más, sino una tecnología que transforma radicalmente al ser que la utiliza.
La integración entre cerebro e inteligencia artificial no se limitaría a mejorar funciones concretas. Podría redefinir qué significa ser humano. Nuestra cognición, nuestros vínculos, incluso nuestra conciencia podrían cambiar en contacto constante con sistemas capaces de aprender, recordar y actuar con nosotros y por nosotros.
La pregunta ya no es si ocurrirá, sino cómo queremos que ocurra.
Y, sobre todo, quién tendrá acceso a ese salto… y quién no.
Conclusiones
La tecnología de Neuralink, y otras similares que vendrán, no son solo una herramienta: son una bisagra evolutiva. Una puerta entre lo que somos y lo que podríamos llegar a ser. Pero no es una puerta neutral.
Cada avance plantea preguntas urgentes. ¿Quién decide cómo se aplica? ¿Quién se beneficia primero? ¿Quién se queda fuera?
No se trata de rechazar la tecnología, sino de acompañarla con reflexión, regulación justa y empatía. Porque por cada Noland que recobra una parte de su libertad, también hay un sistema que podría usar esta misma tecnología para ampliar desigualdades, extraer datos íntimos o condicionar decisiones profundamente humanas.
Estamos, quizá, ante el mayor experimento social, biológico y tecnológico de nuestra historia. Se vislumbran varios escenarios espeluznantes, pero fascinantes y llenos de oportunidades.
Si pudiera chasquear mis dedos como Thanos con su guantelete y que todos estos descubrimientos desaparecieran para siempre, no lo haría.
No sería justo para todas las personas que están deseando tener acceso a semejante tecnología para mejorar su vida. Solo por esa esperanza de poder recuperar partes naturales del ser humano como el movimiento, la visión o el habla, merecerá la pena cualquier reto al que tengamos que enfrentarnos, por creepy que sea.
Recomendaciones de la Semana
📚 Lecturas
En esta noticia que compartió recientemente Ignacio en Breiquin Nius se explica el caso de una mujer que consigue hablar al conectar su cerebro a una interfaz cerebro computador.
En esta otra se cuenta el caso de un hombre con un brazo robótico que puede mover mediante pensamientos motores.
Y en este otro caso, un hombre consigue recuperar la capacidad de hablar tras sufrir un ictus gracias a un implante cerebral.
🎧 Podcast
En este episodio, Lex habla con varias personas relacionadas con Neuralink sobre el futuro de la humanidad: Inicia con Elon, como no podía ser de otro modo, pero también habla con el COO de Neuralink, con uno de sus neurocirujanos, así como con un desarrollador. Finalmente, también habla con el propio Nolan Arbaugh. En esta casi nueve horas es posible ver esta tecnología y los retos que se plantean desde diferentes perspectivas.
De nuevo, tengo muchos sentimientos encontrados. Como avance tecnológico, me parece fascinante, no tengo duda. Pero a nivel práctico, me preocupa mucho el tema de la privacidad y la seguridad (cada vez más).
Ya con la tecnología que tenemos actualmente, cosas como la búsqueda de Google, el uso de Alexa o los patrones de escucha de Spotify, cada vez me generan más incomodidad. Me gusta que el servicio tenga información para hacer su uso más eficiente, pero me aterra qué puede llegar a hacerse con toda esa información. Es más con empresas no europeas, tengo la creciente preocupación de que las empresas opten por no garantizar la privacidad y seguridad del usuario... ¿y entonces qué?
Si esta preocupación ya existe actualmente, te puedes imaginar lo que me pasa con Neuralink. :/.
Lo único que tengo claro es que no seré un pionero.