FdA #62 - ¿Sueñan los Humanos con un Futuro Distópico? Reflexiones Cyberpunk
Sobre por qué tu vida ya es Cyberpunk, pero sin la estética cool ni los neones.
"El futuro ya está aquí, solo que no está distribuido uniformemente." - William Gibson
Qué manera tan brillante de capturar la idea de que los avances tecnológicos y sus consecuencias sociales no afectan a todos por igual, creando un mundo con bastantes contrastes donde se pueden ver al mismo tiempo alta tecnología y desigualdad social.
Los ciclos del cambio
En 1982, Philip K. Dick, autor de ciencia ficción y pionero del género Cyberpunk, falleció unos meses antes del estreno de la película Blade Runner, basada en su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Antes de morir tuvo la oportunidad de ver fragmentos iniciales de la película y quedó sorprendido por cómo Ridley Scott había logrado capturar visualmente el mundo distópico que él imaginó en su libro.
Lo curioso es que Dick ya veía paralelismos entre su obra y el mundo real de la época. Una vez comentó que, mientras escribía sobre megacorporaciones y humanos desconectados, el mundo ya empezaba a dirigirse en esa dirección.
Esto no solo resume el espíritu del movimiento Cyberpunk, sino que también señala cómo algunas de sus ideas han pasado del terreno de la ficción a ser preocupaciones cotidianas.
El movimiento Cyberpunk
Durante la década de los 80 este movimiento cultural destacó de forma notable.
Tenía una visión distópica respecto al futuro y mucha literatura que nos mostraba escenarios altamente tecnológicos pero, al mismo tiempo, precarios en cuanto al nivel de vida. Algo que a priori, parece contradictorio.
Este es su manifiesto.
La literatura Cyberpunk contenía muchos ingredientes: pérdida de valores, corrupción, corporaciones enormes y dominantes, desigualdad social, pérdida progresiva de la privacidad o la inquietante exploración de la fusión entre humano y máquina.
¿Te suena? Podría decirse que todos esos ingredientes se han cocinado a fuego lento y, sin darnos cuenta, ya forman parte de nuestras vidas.
El contexto social que hizo emerger este movimiento también tenía aspectos que pueden resonar a día de hoy: la rápida evolución de la informática, una brecha social in crescendo, grandes corporaciones que iban ganando cada vez más poder, una Guerra Fría todavía en curso que provocaba temor en la población o la preocupación ecológica debido a la contaminación y consumo de recursos.
Se cumplen los temores del Cyberpunk
Hay ciertos valores que, o bien se han perdido de forma gradual, o bien están en proceso de desaparecer. Uno de ellos es la privacidad individual, la libertad que todos deberíamos tener de exponer o no nuestros datos. Otro podría ser la autonomía personal, es decir, la capacidad de tomar decisiones libremente. Esto parece casi imposible cuando estamos rodeados de algoritmos dedicados a sacar petróleo de nuestros sesgos.
No sé si debería sorprenderme la precisión del movimiento cyperpunk con sus preocupaciones en cuanto a la corrupción. Pero me sorprende.
Por un lado, tal y como profetizaba la literatura hace unas décadas, algunas corporaciones tienen a día de hoy más influencia y poder que muchos gobiernos, lo cual no tiene por qué ser algo malo, pero acaba siéndolo cuando la ética ya no importa y se abusa de las personas para llegar a un objetivo, normalmente económico o político.
Mientras que, por otro lado, hemos normalizado los casos de corrupción continuados por parte de nuestros dirigentes, es algo que aceptamos y forma parte de nuestra cultura. Esa es al menos mi sensación cuando veo que cada cuatro años se sigue yendo a votar en masa. Da igual el color, los partidos políticos no dejan de ser diferentes lados del mismo cubo de Rubik.
Lo que nos espera
En base a lo anterior, cabe preguntarse entonces qué es lo que ha cambiado, o por qué algunas cosas se ven tan parecidas.
¿Qué podemos esperar ante este panorama? De primeras parece que nada bueno, pero aunque cueste de creer, hay esperanza.
Me gusta la tesis que plantea Morgan Housel en el libro Same as Ever, donde destaca el hecho de que, aunque el mundo parece cambiar rápidamente, las fuerzas que moldean nuestra sociedad permanecen constantes. Aceptar todas estas realidades nos puede ayudar a manejar mejor la incertidumbre.
El comportamiento humano es siempre muy similar, por mucho avance tecnológico que consigamos, a pesar de los cambios a nivel social, nosotros continuamos siendo seres irracionales y emocionales, y esto siempre va a afectar en áreas como la economía o la toma de decisiones. El miedo, la avaricia y la esperanza promueven los ciclos de auge y caída.
Los momentos de calma siembran las semillas de la inestabilidad, pero el sufrimiento, las dificultades y el estrés son catalizadores de creatividad y crecimiento. Esto requiere que seamos pacientes durante las épocas de crisis, al final siempre hay una recompensa, aunque puede que no la que esperamos. Moderar nuestras expectativas puede ayudar a liberarnos de la insatisfacción cuando nuestro mundo está orientado al exceso.
En los 80 muchos pensaban que ahora viviríamos en una distopía. Aunque el futuro se tiña a veces de negro y no nos deje ver el cielo azul detrás de las nubes, cuando llegue ese futuro nos adaptaremos y mirando hacia atrás veremos cómo han mejorado muchas cosas, a pesar de que otras posiblemente empeoren.
Todo son ciclos.
Reflexiones finales
Los avances tecnológicos siempre vienen con desafíos éticos y sociales. El progreso no es una línea recta. En un entorno dominado por máquinas y algoritmos, quizá nuestra tarea más importante sea proteger todo lo que nos hace humanos, como la empatía, la creatividad o la capacidad de cuestionar.
Ante el siempre incierto futuro, la capacidad de adaptación es nuestra mejor arma. ¿Para qué queremos predecir el futuro cuando podemos moldearlo con nuestras decisiones diarias?
Hay que intentar que el progreso no solo sea técnico, también debe ser humano.
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