Resumen libro: Hábitos Atómicos
Antes de empezar…
Interesante empezar con definiciones. Para entender Hábitos Atómicos, es imprescindible saber reconocer qué es un hábito y qué significa el adjetivo atómico.
Atómico: se refiere a la unidad más pequeña e irreductible que forma parte de un sistema mayor.
Hábito: rutina o práctica realizada de forma regular. Supone una respuesta automática a una situación concreta.
La Historia de James Clear
El libro empieza con la anécdota traumática del día en que le estamparon un bate de beisbol en la cara, suceso que supondría un antes y un después en su vida, ya que eso lo alejó del deporte que era su pasión en ese momento.
Has que no entró en la universidad no volvió a acercarse de nuevo al terreno de juego, pero a partir de ese momento algo cambió. Debido a su necesidad, empezó a desarrollar un sistema de buenos hábitos que le ayudaran a destacar para cumplir sus objetivos.
Pequeños cambios, aparentemente insignificantes, empezarían a devolverle la confianza en sí mismo. Algunos de estos hábitos iniciales consistían básicamente en ir a dormir temprano para descansar mejor, mantener su habitación ordenada, estudiar o empezar a levantar pesos regularmente.
Es evidente que, en una universidad, solo con eso ya estás destacando por ir contra corriente. Mentalidad contrarian.
Años más tarde James se daría cuenta de la enorme importancia que tiene empezar con poco e ir aplicando incrementos paulatinamente, una de las bases de su sistema.
“Todos tenemos que lidiar con contratiempos y retrocesos pero, a la larga, la calidad de nuestra vida depende de la calidad de nuestros hábitos“
Cabe destacar también el énfasis que hace James en el hecho de que sus triunfos o logros no fueron espontáneos, sino que fueron fruto de una evolución gradual a base de modestos avances. Esto ya tiene implícito el concepto de interés compuesto, una de las claves de este libro.
La columna vertebral de este libro es la descripción del método de cuatro pasos para conseguir desarrollar nuevos hábitos: señal, anhelo, respuesta y recompensa. Las ideas que se desarrollan tienen un origen muy marcado en la biología y la psicología, apoyado con multitud de estudios, análisis y meta análisis.
Importante también destacar el disclaimer que James suelta para evitar posibles malos entendidos: no existe una manera correcta de crear mejores hábitos, este libro simplemente expone la forma que él conoce de hacerlo.
Y no menos importante, quiero destacar la sensación que tengo, por lo que he podido ver a mi alrededor y experimentar por mí mismo, que uno empieza a hacer cambios de mejora personal sobre todo después de tener un tropiezo considerable en alguna de las patas que sostienen tu vida. Hasta que no notas ese dolor, no te pones manos a la obra, por muchos libros que leas. Quizá me equivoque, pero como decía es mi sensación.
Principios Fundamentales
Vamos a ver por qué pequeños cambios generan una gran diferencia.
El primer concepto clave para entenderlo es la filosofía de la agregación de ganancias marginales. Esto no es más que mejorar un 1% (o una cantidad marginal similar) cada uno de los aspectos de los que se compone un sistema más grande. Si todos los cambios se aplican al mismo tiempo, se habrá obtenido una mejora considerable.
El ejemplo que se pone es el equipo de ciclismo de Inglaterra, que tradicionalmente había tenido un rendimiento muy pobre y a partir de aplicar el principio de agregación de ganancias marginales cambió para mejor y para siempre la posición inglesa en una competición tan de primer nivel como el Tour de Francia.
Algunas de las pequeñas mejoras que hicieron:
mejorar la comodidad de los asientos
aplicar alcohol a las ruedas para mejorar su tracción
uso de ropa con sistemas eléctricos para mantener la temperatura muscular ideal
uso de sensores para el monitoreo continuo de los atletas
pruebas con las telas de los trajes para ganar ligereza y aerodinamismo
pruebas con diferentes ungüentos de masaje para encontrar el que mejor recuperación muscular ofrecía
proporcionaron educación sanitaria a los ciclistas para evitar resfriados
personalización de la almohada con la que tenía que dormir cada ciclista para optimizar su descanso
…
Infinidad de pequeños cambios que todos juntos, otorgaron una mejora notable que cambiaría muchas cosas para el equipo anglosajón. Durante la siguiente década nadie les tosería en competiciones de primer nivel.
Si logras ser un 1% mejor cada día durante un año, terminarás siendo 37 veces mejor al final del período. También sucede a la inversa, si deterioras tu conducta un 1% cada día, al cabo de un año estarás casi a cero. Pequeñas ganancias (o pérdidas) insignificantes acumuladas a lo largo del tiempo se convierten en algo grande. Esto es el interés compuesto. Es aplicable tanto al mundo financiero como al ámbito de la mejora personal.
Los efectos de los hábitos se multiplican a medida que los repites cada día. No es apreciable ninguna mejora de un día para otro, pero teniendo paciencia de meses y años, llega un momento que echas la vista atrás y ves lo sorprendente que es el cambio.
Lo peor de los malos hábitos, ya sean comer mal, no hacer deporte, tomar sustancias venenosas como alcohol, tabaco, azúcar, etc, es que si los repites a diario no te darás cuenta del problema que te has causado hasta que ya sea tarde. Darse cuenta de esto puede ayudar a tener paciencia al aplicar en tu vida buenos hábitos.
“El éxito es el producto de nuestros hábitos cotidianos, no de transformaciones drásticas que se realizan una vez en la vida.”
Piensa lo siguiente: ¿Están mis hábitos actuales conduciéndome a tener éxito? Al final, obtienes lo que repites. La clave es aguantar suficiente tiempo, hasta llegar al punto crítico que desencadena un nivel superior de desempeño. La buena noticia es que, aunque el progreso parezca algo lineal, realmente no lo es. Es exponencial.
Es lo que se conoce como el abismo de desilusión: el tiempo que pasa desde que empiezas y los resultados están por debajo de tus expectativas, hasta que alcanzas un punto crítico y empiezas a ver resultados. Si superas ese abismo una sola vez, ya habrás ganado para siempre.
Para no desistir antes de tiempo, es muy aconsejable olvidar las metas y enfocarse en los sistemas.
Las metas son los resultados que quieres obtener. Los sistemas son los procesos que sigues para alcanzar esos resultados. Lo más importante, la parte con mas peso, no es la primera, como popularmente se pueda pensar. Es la segunda: los sistemas.
Las metas tienen que definir la dirección, nada más. El progreso vendrá a partir del sistema que apliques para tomar dicha dirección. Piensa en un deporte, el que me guste. Tanto los ganadores como los perdedores comparten las mismas metas. Solo los que siguen los mejores sistemas llegan a ellas.
Alcanzar una meta es solo un cambio momentáneo. Sin un sistema detrás que mantenga el progreso la recompensa se desvanece al poco tiempo. Además, pensamos que al alcanzar una meta vamos a ser más felices, cuando la realidad no es esa. La felicidad está en el camino, no el destino. Si no piensas así, estarás posponiendo indefinidamente tu felicidad.
Si consigues tener mentalidad del largo plazo, verás fácilmente que las metas no coinciden con el progreso. Una persona cortoplacista alcanza una meta y ya abandona el sistema, dejando por el camino los beneficios obtenidos hasta el momento. En cambio, con una mentalidad de largo plazo, te enfocas en el sistema y sigues en una partida del juego infinito que es la vida.
Tu compromiso con el proceso es lo que va a determinar tu progreso. No te elevas al nivel de tus metas, sino que desciendes al nivel de tus sistemas.
La manera en que tus hábitos moldean tu identidad (y viceversa)
Cambiar de hábitos es desafiante por dos motivos:
Tratamos de cambiar algo que no es lo que debemos cambiar
Tratamos de cambiar nuestros hábitos de la manera equivocada
Las tres capas del cambio de conducta
El cambio de conducta está formado por tres capas o niveles: un cambio en tus resultados (mediante metas), uno en tus procesos (cambio de hábitos y sistemas) y uno en tu identidad (cambian tus creencias).
Los resultados se tratan de lo que obtienes. Los procesos se tratan de lo que haces. La identidad trata de lo que crees.
Para desarrollar un hábito de mejora de los que perduran, lo importante no es si un nivel es mejor que otro. Lo importante radica en la dirección que sigue ese cambio: hábitos basados en la identidad versus hábitos basados en el cambio.
Para desarrollar hábitos perdurables es aconsejable enfocar el proceso en quién queremos ser, no en qué resultados queremos obtener. Los resultados son una consecuencia, no un fin.
Es casi imposible cambiar un hábito sin cambiar las creencias que condujeron a la conducta que se desea cambiar.
Existe un proceso de dos pasos para cambiar la identidad. Dado que la identidad surge de los hábitos, contra más repitas una conducta más refuerzas la identidad asociada a ella. Es algo gradual, no pasa de un día a otro:
Decide qué tipo de persona quieres ser.
Demuéstratelo a ti mismo mediante pequeñas victorias continuas.
Tus hábitos moldean tu identidad y tu identidad moldea tus hábitos.
Cómo construir mejores hábitos en cuatro pasos
El proceso de construcción de un hábito puede dividirse en estos cuatro pasos:
Señal.
Anhelo.
Respuesta.
Recompensa.
Son las etapas por las que pasa el cerebro cada vez que pone en práctica un hábito.
La señal es lo que desencadena en tu cerebro el proceso que inicia una determinada conducta, es una pequeña porción de información que anticipa una recompensa. Esto nos conduce a un anhelo por alcanzar la recompensa.
El anhelo es la fuerza motivacional que hay detrás de cada hábito. Es el deseo de cambiar tu estado interno. Esto nos lleva a la respuesta.
La respuesta es el hábito en si mismo. Que esta respuesta ocurra depende de tu motivación, habilidad y de la resistencia a la conducta. El objetivo principal de la respuesta es alcanzar la recompensa.
Las recompensas son la meta final de cada hábito.
Con la señal nos damos cuenta de cuál será la recompensa, con el anhelo incrementa nuestro deseo de obtener dicha recompensa. Con la respuesta actuamos para conseguir la recompensa. Las recompensas nos satisfacen y nos enseñan qué acciones merece la pena recordar para el futuro.
Los sentimientos de placer y decepción son parte del mecanismo de retroalimentación que ayuda a tu cerebro a distinguir entre las acciones útiles de las inútiles.
Si eliminas la señal, tu hábito nunca va a comenzar. Si reduces el anhelo, no encontrarás suficiente motivación para llevarlo a cabo. Si la conducta es demasiado difícil, no serás capaz de realizarla. Si la recompensa es incapaz de satisfacer tu deseo, desaparece la razón para que repitas el hábito en el futuro.
Los dos primeros pasos corresponden a una fase de problema, mientras que los dos últimos corresponden a una fase de solución.
Las cuatro leyes del cambio de conducta para crear o eliminar hábitos:
Primera ley: señal. Hacerlo obvio o invisible.
Segunda ley: anhelo. Hacerlo atractivo u horroroso.
Tercera ley: respuesta. Hacerlo sencillo o difícil.
Cuarta ley: recompensa. Hacerlo satisfactorio o insatisfactorio.
Primera ley, hacerlo obvio
Debido al funcionamiento de nuestro cerebro, el anhelo puede iniciarse gracias a las hormonas y químicos que circulan a través del cuerpo, de forma inconsciente. Puedes advertir una oportunidad y empezar a actuar sin dedicarle un momento de atención consciente a la señal. Esto hace que los hábitos puedan ser útiles o peligrosos.
A medida que se forman los hábitos, estos van quedando supeditados a la mente inconsciente y automática. Por este motivo, todo proceso de cambio de conducta debe empezar de forma totalmente consciente.
“Mientras no logres transformar lo inconsciente en consciente, lo inconsciente guiará tu vida y tu lo llamarás destino“ - Carl Jung
Para empezar a ser consciente de los hábitos actuales, es útil anotarlos y preguntarse si cada uno de ellos ayuda a convertirse en la persona que se quiere ser. El primer paso para eliminar malos hábitos es mantenerse atento para identificarlos.
La mejor manera de comenzar un nuevo hábito
Podemos usar la intención de implementación, que consiste en un plan establecido de antemano para definir cuándo y dónde se va a actuar. Las señales más comunes antes de actuar son el tiempo y el lugar. Esto aumenta la probabilidad de apego al hábito.
También es importante notar que cada acción se convierte en la señal que desencadena la siguiente conducta. Es posible aprovechar esta interconexión de conductas para establecer nuevos hábitos: identificas un hábito que ya realices diariamente y colocas tu nuevo hábito sobre el anterior. Esto es la acumulación de hábitos. Lo mismo puedes hacer para establecer nuevas conductas en medio de una cadena de hábitos ya establecida.
La idea es diseñar una cadena de hábitos que te lleven en la dirección que quieres tomar. Hacerlo obvio hace que sea más fácil completar la cadena.
El ambiente es más importante que la motivación
Ciertas conductas tienden a generarse una y otra vez bajo ciertas condiciones del ambiente. Queramos o no, muchas de nuestras acciones diarias están moldeadas no por decisiones conscientes y con propósito definido, sino porque son más obvias y accesibles.
Las señales visuales son el mayor catalizador de nuestro comportamiento por ser el sentido de la vista nuestra habilidad sensorial principal. Un pequeño cambio en lo que ves, puede llevarte a un gran cambio en lo que haces.
Cuando las señales que desencadenan un hábito son sutiles o están escondidas, son fáciles de ignorar. Por contra, cuando creamos señales visuales muy evidentes, podemos atraer nuestra atención hacia el desarrollo de un hábito deseado.
Teniendo en cuenta esto, podemos rediseñar nuestro ambiente para hacer obvias las señales que van a desencadenar buenos hábitos y a esconder las señales relacionadas con los malos.
Las señales que desencadenan un hábito pueden empezar de una forma muy específica, pero con el tiempo los hábitos se acaban asociando no con un solo disparador, sino con todo el contexto que rodea ese hábito. Por ejemplo, se suele beber más en situaciones sociales que cuando se está solo; el disparador en este caso no es una señal aislada, se trata de la situación social en concreto que te hace proclive al hábito.
Es importante pensar en cómo nos relacionamos con el espacio que nos rodea. Diseñar un ambiente nuevo puede ayudar a escapar de las señales sutiles que te llevan a los hábitos nocivos y a reconducir tu conducta hacia hábitos saludables.
Es más fácil construir un nuevo hábito en un nuevo contexto que en medio de señales que implican competencia y distracción. Un ambiente estable donde todo tiene un lugar y un propósito es un ambiente donde los hábitos se pueden formar fácilmente.
Segunda Ley, hacerlo atractivo
Hacer que un hábito sea irresistible
El cerebro está precargado con una serie de reglas de conducta, pero al encontrarse con una versión exagerada de una de estas reglas, la señal se enciende de forma mucho más notoria. Es lo que se conoce como estímulos supernormales. Son un versión intensificada de la realidad que suscitan una respuesta más fuerte de lo normal.
Contra más atractiva es una oportunidad, más son las posibilidades de que se convierta en un factor de formación de hábitos. Para aumentar las posibilidades de que una conducta ocurra es necesario hacerla atractiva.
Es posible detectar el momento preciso en que surge un anhelo mediante la medición del neurotransmisor llamado dopamina. Los hábitos son un circuito de retroalimentación impulsado por este neurotransmisor.
Los niveles altos de dopamina están asociados a todas las conductas que son proclives a convertirse en hábitos. La dopamina es liberada no solamente cuando experimentas placer, sino que también cuando lo anticipas.
Cuando la dopamina se eleva, también aumenta la motivación para actuar. Es la anticipación de la recompensa, no su obtención, lo que hace que actuemos.
Es necesario hacer atractivos a los hábitos porque la expectativa de la experiencia gratificante es lo que nos motiva a actuar. Aquí es donde entra en juego la táctica de la acumulación de tentaciones, que consiste en unir una acción que quieres hacer con una acción que necesitas hacer. La recompensa se asocia con la señal y el hábito se vuelve más atractivo. Las conductas más probables refuerzan las conductas menos probables.
El papel de familia y amigos en la formación de hábitos
Nuestros primeros hábitos no los elegimos, los adquirimos imitando lo que vemos a nuestro alrededor.
“Las costumbres y prácticas de la vida en sociedad nos arrastran con ellas” - Michel de Montaigne
Seleccionamos nuestros hábitos de la gente que nos rodea. Una estrategia para construir buenos hábitos consiste en unirte a un ambiente donde las conductas que deseas adquirir sean las normales.
Cuando no estamos seguros de cómo actuar, observamos al grupo al que pertenecemos para guiar nuestra conducta. Cuando el cambio de hábito es un desafío para la tribu, es poco atractivo, mientras que cuando implica armonizar con ella, entonces se vuelve atractivo.
A los humanos nos gusta el poder, ese es uno de los motivos por los que nos importan mucho los hábitos de las personas altamente efectivas y tratamos de imitarlos.
Tercera Ley, hacerlo sencillo
Avanza despacio, pero no des marcha atrás
Para dominar un hábito, la clave es empezar con la repetición del mismo, no con la perfección. Repetir un hábito tiene como consecuencia cambios físicos en el cerebro. Cada vez que repites una acción estás activando un circuito neuronal específico que está asociado con ese hábito.
Los hábitos se construyen a partir de la frecuencia con que se practican, no por cuanto tiempo se practican. La mejor manera de hacer que un hábito se repita es cumpliendo la tercera ley: hacerlo sencillo.
La ley del menor esfuerzo
Es parte de la naturaleza humana seguir la ley del mínimo esfuerzo, el cerebro está programado para ahorrar energía siempre que pueda. Cuando hay que escoger entre dos opciones similares, lo habitual es escoger la que supone un menor esfuerzo.
Cada acción requiere una cierta cantidad de energía. Contra más energía, menos probable es que ocurra la acción. Por ese motivo es crucial diseñar unos hábitos lo más sencillos posible, que requieran el mínimo esfuerzo llevarlos a cabo. Solo puedes tirar de fuerza de voluntad de forma temporal.
Tarde o temprano llega el día en que no te apetece realizar el hábito. Hay una fuerza enorme que te empuja a abandonar. Ese es el momento más importante, es el momento en que es necesario tener todo lo que puedas a tu favor para que acabes realizando el hábito.
Una de las formas de hacerlo es con un buen diseño del ambiente, como se ha comentado anteriormente, haciendo las cosas más evidentes, pero por otro lado también se puede optimizar para hacer las acciones más sencillas.
Hay que quitar o minimizar lo que provoque resistencia. Esto es la estrategia de adición por sustracción. Todo se reduce a reducir la tensión asociada a los buenos hábitos y aumentarla con los malos.
Dejar de posponer con la regla de los dos minutos
Se estima que al rededor del 40%-50% de las acciones que realizamos a lo largo del día son hábitos, pero la verdadera influencia de los hábitos es mayor de la que sugieren estos porcentajes.
Un hábito se puede completar en un momento, pero también determinar qué harás justo después. Cada día tiene unos pocos momentos clave que tienen un impacto enorme para seguir buenos o malos hábitos.
Aunque lo lógico es empezar por lo más sencillo, es habitual empezar los hábitos por todo lo grande por la emoción que domina el momento, lo que provoca casi siempre que acabes abandonando antes de tiempo. Para contrarrestar esto, se puede usar la regla de los dos minutos. Se puede encontrar una versión de solo dos minutos para casi cualquier hábito: leer, hacer yoga, doblar ropa, correr…
La idea es hacer que los hábitos, al principios, sean lo más sencillos posibles. Cualquier puede hacer la versión de los dos minutos. Una vez empiezas a hacer lo correcto es mucho más fácil continuar haciéndolo.
Luego, poco a poco, vas incrementando la dificultad del hábito. Pero antes de mejorar, el hábito debe estar firmemente establecido. Más adelante, esos primeros dos minutos se vuelven un ritual en una rutina más larga.
Hacer inevitables los buenos hábitos e imposibles los malos
A veces puede ser interesante centrarse más en dificultar los malos hábitos en vez de facilitar los buenos, invirtiendo la tercera ley, creando lo que se llama un mecanismo de compromiso.
Se trata de una elección que haces en el presente para asegurar una conducta en el futuro. Permite aprovecharse de las buenas intenciones antes de que caigamos en la tentación.
La clave es que sea más difícil abandonar el hábito que empezar a realizarlo. Esto se puede mejorar haciendo que los buenos hábitos sean inevitables y los malos imposibles.
“La civilización avanza al aumentar el número de operaciones que podemos realizar sin tener que pensar en ellas“ - Alfred Whitehead
La tecnología puede jugar a nuestro favor o en nuestra contra dependiendo de cómo la usemos. Podemos pedir comida basura en un instante, avanzar al siguiente episodio sin hacer nada, ante la menor señal de aburrimiento tenemos disponibles las redes sociales. Pero también nos puede ayudar a programar las citas periódicas en un calendario para que no tengamos que pensar en ello y nos lo recuerde en el momento oportuno, podemos automatizar algunas tareas como las transferencias de dinero para ahorrar, etc.
Cuarta Ley, Hacerlo Satisfactorio
La regla cardinal del cambio de conducta
Cuando un hábito proporciona una sensación placentera, se convierte en algo mucho más fácil de hacer de forma consistente. Si la experiencia es satisfactoria, eres más proclive a repetirla, aunque esta satisfacción es importante que sea inmediata.
De manera contraria, si una experiencia no es satisfactoria, será más difícil que la repitas. Lo que se recompensa se repite, lo que se castiga se evita.
Las primeras tres leyes del cambio de conducta -hacerlo obvio, hacerlo atractivo, hacerlo sencillo- aumentan las posibilidades de que una conducta se realice en esta ocasión. La cuarta ley aumenta las posibilidades de que una conducta se repita en la siguiente ocasión.
Muchas de las acciones que hacemos no nos benefician o perjudican de manera inmediata, aunque evolutivamente estamos predispuestos a preferir resultados rápidos sobre aquellos que llegan a largo plazo.
En los malos hábitos, el resultado inmediato es placentero, pero el resultado en el largo plazo es muy nocivo. Con los buenos hábitos suele ocurrir lo contrario, a corto plazo notamos incomodidad pero son muy beneficiosos a largo plazo.
Sabiendo esto, es importante que lo tengamos en cuenta y recompensemos de manera inmediata lo que queramos repetir, mientras que penalicemos inmediatamente las conductas a evitar.
Convertir la gratificación instantánea en una ventaja
La mejor manera de hacer que el final de un hábito sea satisfactorio es mediante el reforzamiento. Una recompensa inmediata que aumenta las probabilidades de repetir la conducta. El reforzamiento vincula tu hábito con esa recompensa inmediata.
Puede ser muy útil cuando se trata de hábitos de evasión, es decir, conductas que quieres dejar de hacer. Hay que hacer la evasión visible y significativa, ya que simplemente resistir la tentación no es satisfactorio.
Esas recompensas deben estar alineadas con tu identidad, no deben entrar en conflicto con lo que quieres hacer. Si intentas adelgazar, la recompensa no puede ser comer helado.
Los incentivos empiezan un hábito, la identidad los sostiene en el tiempo
Eventualmente, conforme las recompensas intrínsecas -estar de buen humor, tener más energía, reducir el estrés…- se van haciendo presentes, llegará el momento en que realices el hábito sin buscar esa recompensa inmediata, la identidad en sí misma se convierte en el refuerzo.
Recuperarte cuando un hábito se interrumpe
Por muy consistente que seas tarde o temprano tus hábitos se ven interrumpidos por un motivo u otro. Es importante no dejar que pase dos veces. Si un día debes interrumpir el hábito, que así sea, pero al siguiente vuelve a la carga con él. Tan pronto como una racha termina, empiezas la siguiente.
El primer error no es el que te arruina, sino repetirlo más veces de forma repetida. El día más importante para realizar la conducta, es ese en el que no estás al 100% y te apetece menos.
La Ley de Goodhart dice que: cuando una medida se convierte en el objetivo, deja de ser una buena medida. La idea es que el objetivo debe ser la salud, no hacer 10.000 pasos. Una medida es útil si añade contexto a una imagen más grande.
Tácticas avanzadas
La verdad acerca del talento
La mejor estrategia que puedes seguir es participar en un juego en que las probabilidades estén a tu favor. Cada persona nace con ciertas habilidades. Los genes no pueden cambiar fácilmente, pueden proveer una ventaja notable en situaciones favorables, pero también una desventaja en otros casos.
Si destacas en altura, es más probable que también destaques en básquet, pero si quieres realizar una rutina de gimnasia medir más de dos metros será un inconveniente. Esto pasa tanto con características físicas como mentales.
Los genes no determinan tu destino, determinan tus áreas de oportunidad. Los genes predisponen, pero no determinan.
Las áreas donde estás más predispuesto al éxito son las áreas donde los hábitos tenderán a ser más satisfactorios. La clave está en dirigir el esfuerzo en las áreas que te entusiasman y que sean compatibles con tus habilidades naturales.
Para conocer las posibilidades que juegan a tu favor e identificar las oportunidades y hábitos apropiados, primero es importante entender tu personalidad.
Tu cúmulo único de rasgos genéticos te predispone a tener una personalidad particular:
Apertura a la experiencia
Responsabilidad
Extraversión (introvertido vs extrovertido)
Amabilidad
Neuroticismo (ansioso vs tranquilo)
Estos cinco espectros tienen un fundamento biológico. Es importante desarrollar hábitos que funcionen para tu personalidad.
También es importante encontrar un juego en el que las probabilidades estén a tu favor, esto es crítico para mantenerte motivado. Si eliges el hábito correcto, entrarás en un círculo virtuoso y progresarás fácilmente. Si eliges el hábito incorrecto, la vida se convertirá en una lucha constante.
Empezar con algo sencillo es clave. El resto es prueba y error. Para no alargar este proceso demasiado, considera un período de exploración, luego, decide cuál es la mejor dirección.
Cómo mantener la motivación
Una de las claves para mantener la motivación es trabajar con tareas con un nivel de dificultad manejable. Deben estar en una zona óptima de dificultad. Si nos demasiado fáciles nos aburrimos, sin son demasiado complejos nos frustramos. Debemos ser capaces de superarlos si nos esforzamos.
La maestría requiere práctica, pero contra más practiques más aburrido y rutinaria se vuelve la tarea. Hay que buscar tener una recompensa variable para evitarlo. Igualmente, hay hábitos que no pueden tener una recompensa variable. En algunos hábitos sencillamente es crucial ser capaz de realizar la conducta cuando llega el día en que menos te apetece, es decir, es decir, ser capaz de vencer al aburrimiento.
El inconveniente de crear buenos hábitos
Al principio, con cada repetición de la conducta se desarrolla fluidez, velocidad y destreza. Pero luego se acaba volviendo en algo automático, eres menos sensible a la retroalimentación, la repetición inconsciente tiene el peligro de dejar que los errores ocurran.
Para hábitos superfluos quizá esto no sea un problema, pero en otro tipo de conductas quizá quieras maximizar tu potencial. Para ello necesitas automatizar los hábitos pero también practicarlos de forma deliberada.
Cuando un hábito se domina, es necesario volver a la parte que requiere esfuerzo para empezar a construir el siguiente. Cada hábito sirve de fundamento para avanzar hacia la siguiente frontera del desarrollo personal.
Necesitas una forma de permanecer consciente de tu desempeño todo el tiempo: un sistema de reflexión y revisión. Esto te hace ser consciente de tus errores y así consideras cambios que ayuden a mejorar.
Por otro lado, los hábitos nos pueden ayudar a generar una nueva identidad, pero dejar que una sola creencia te defina puede ser un problema. Si te aferras demasiado a una identidad te vuelves frágil. Para mitigar esto cuando sufres una pérdida de identidad por circunstancias de la vida, es necesario redefinirse a uno mismo de forma que los aspectos importantes de tu identidad se mantengan aunque tu rol particular cambie.
La identidad debe ser flexible. Tu identidad trabaja con las circunstancias cambiantes.
Conclusión
El efecto que una pequeña acción puede tener cuando se repite suficientes veces puede ser enorme. Al principio las mejoras pequeñas pueden dar la sensación de ser un sinsentido, pero gradualmente, conforme acumulas pequeñas mejoras, la balanza se inclina a tu favor.
Eventualmente alcanzas un punto clave, un momento en el que es fácil mantener los buenos hábitos. El éxito no es un objetivo o una línea de meta. El éxito es un sistema de mejora, un juego infinito.
Las cuatro leyes del cambio de conducta aportan una serie de herramientas y estrategias que permiten construir sistemas y moldear hábitos en la dirección que queramos, en un proceso continuo.
Los pequeños hábitos generan un efecto compuesto.