FdA #41 - ¿Pueden las IA Ayudar a que Tengamos Mejores Democracias?
Sobre cómo un chatbot podría ser la clave para una democracia más directa.
"La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las demás que se han probado." - Winston Churchill
Probablemente Churchill sea la persona a quién más citas se le atribuyen erróneamente, así que es, como poco, atrevido por mi parte.
No he encontrado evidencia de que esta sea una de ellas, pero la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia, de modo que no estoy seguro. Pero queda bien.
Lo importante a destacar no es el autor, sino la idea. Como siempre. La democracia tiene imperfecciones, pero hasta ahora no hemos probado otro sistema que sea mejor para el interés común.
La democracia ha evolucionado mucho a lo largo de miles de años, a veces avanzando, otras retrocediendo. Seguramente continuará su periplo, pero hacia qué dirección está por ver.
Punto de inflexión democrático
¿Qué es la democracia? ¿Crees posible que la mayoría de la población esté confundida sobre este sistema de gobierno? Ya te adelanto que mi tesis es que, al menos en España, buena parte de la población cree vivir en una democracia. ¿Es esto realmente cierto?
El origen
La palabra “democracia” proviene de los términos griegos “demos” y “kratos”, que significan “pueblo” y “poder” o “gobierno”, respectivamente. El gobierno del pueblo.
Nos podemos remontar a la Grecia hace unos 2500 años para encontrar algunas ciudades-estado que empezaron a utilizar este sistema de gobierno, que, a grandes rasgos y sin entrar en detalles, estaba compuesto por:
Asamblea: era el principal órgano de gobierno donde los ciudadanos se reunían regularmente y tenían derecho a participar directamente en la toma de decisiones discutiendo y votando sobre diversos asuntos, como leyes o políticas.
Consejo: era un órgano formado por varios centenares de ciudadanos seleccionados por sorteo que preparaban los asuntos para la asamblea. También ejercían algunas funciones de supervisión de la misma.
Tribunales populares: en los juicios la participación ciudadana en los jurados era crucial, tenían un papel muy importante en la administración de la justicia.
Magistrados: eran funcionarios públicos elegidos o bien por sorteo o bien por votación para desempeñar funciones variadas según su tipo.
Este era un sistema de participación directa, es decir, que en un principio, no se escogían representantes para los ciudadanos, sino que eran ellos mismos los que ejercían literalmente el poder.
¿Pero eran realmente sociedades democráticas? Si lo miramos con unas gafas del S.XXI desde luego que no. Todo esto estaba limitado a ciudadanos varones adultos, de diferentes clases sociales y con diferentes derechos. Las mujeres, los esclavos y los extranjeros no tenían derechos políticos. La ciudadanía estaba reducida a un grupo muy pequeño.
En el contexto histórico de la Grecia de ese momento era algo normal. Hubiera sido un despropósito social que no hubiera sido así, pero estas ideas son la base de lo que hoy conocemos como “democracias modernas”.
Evolución
Las democracias modernas son representativas, es decir, escogemos a representantes para que ellos se encarguen de todo en nuestro nombre.
Hay muchos factores que nos han llevado hasta este punto, pero uno de ellos es sin duda la demografía. La participación directa de todos los ciudadanos se volvía inviable a medida que las ciudades crecían, al mismo tiempo que se ampliaban los derechos políticos a otros grupos poblacionales que antes no tenían ni voz ni voto.
Los cambios culturales y legislativos también tuvieron un rol principal, ya que aparecieron elementos del republicanismo clásico y del liberalismo que transformaron la tradición democrática convirtiendo este sistema de gobierno en algo más complejo y dotado de otras instituciones, como parlamentos o partidos políticos.
¿De verdad podemos decir que nuestro sistema es una democracia?
A día de hoy empieza a ser palpable cierta apatía ciudadana ante la falta de credibilidad de las instituciones, la separación de poderes difusa, la paupérrima gestión pública y una polarización política in crescendo. Incluso en algunos sectores ya se pone en duda la legitimidad de los gobiernos y la figura y peso del Estado.
Quizá nos encontremos ante un punto de inflexión.
Mi sensación es que no todos los ciudadanos tienen los mismos derechos. Es evidente que no todos somos iguales ante la ley, hay casos flagrantes de impunidad ante delitos y “trapicheos”.
El poder no reside en el pueblo, más bien parece concentrado en manos de un grupo de políticos de diversos colores que conforman una élite privilegiada. Tampoco se gobierna en función del bien común, sino en función de los intereses de estos políticos, que solo tratan de aferrarse a su silla el mayor tiempo posible mediante propuestas populistas.
Casi nunca tenemos voto en decisiones importantes, más bien somos súbditos pasivos de las decisiones de los gobernantes.
A mi todo esto me huele a oligarquía.
Teniendo en cuenta los últimos cien años de nuestra historia, esto no está tan mal. España viene de una cruenta lucha fratricida y una posterior autocracia.
Sin duda el sistema actual es más deseable y preferible, para mí al menos, pero no veo motivos para llamarlo democracia. Tenemos mucho margen de mejora y no creo que debamos conformarnos.
Las IA al rescate
¿Podrían ayudarnos las Inteligencias Artificiales? No hablo de una Skynet subyugando nuestra voluntad. Hablo de herramientas de apoyo en la toma de decisiones, transparencia, rendición de cuentas o en la participación ciudadana.
Por ejemplo, podríamos usar sistemas de alerta temprana que usen modelos de aprendizaje automático para intentar identificar contratos públicos con un riesgo elevado de corrupción. Priorizar los recursos disponibles para controlar y monitorear el gasto público parece algo de necesidad imperante ahora mismo.
No sería algo sumamente complejo automatizar y estandarizar los procesos de contratación pública. Necesitamos un entorno de contratación más justo y competitivo, no las selecciones “a dedo” y nepotismo actuales.
La participación ciudadana sería mucho más sencilla, podríamos disponer de mecanismos de sondeo para tener en cuenta la opinión pública antes de la toma de decisiones políticas. También sería posible poner a disposición de los ciudadanos sistemas de chatbot para poder contestar de forma personalizada a posibles dudas sobre procesos políticos.
El principal escollo es la resistencia al cambio. Los actores que pueden implantar algo así en el contexto político no tienen ningún incentivo para hacerlo.
El caso de AI Steve en Reino Unido
AI Steve es un candidato a parlamento en el Reino Unido, creado por el emprendedor Steve Endacott, bajo el partido independiente SmarterUK.
Es una combinación de un chatbot y un avatar generado por inteligencia artificial que interactúa con los votantes para identificar sus preocupaciones y sugerir políticas.
Steve Endacott representaría físicamente a AI Steve en el parlamento, votando de acuerdo con las indicaciones de los votantes a través de AI Steve.
Creo que pronto empezaremos a ver más propuestas como esta.
Un sistema chatbot puede conversar con los votantes en cualquier momento, incrementando la eficiencia y transparencia en la comunicación política. Al analizar las conversaciones con los votantes, AI Steve ayudaría a formular políticas basadas en los intereses reales de los ciudadanos.
Facilitaría una mayor participación de los ciudadanos, permitiéndoles expresar sus opiniones y preocupaciones de manera directa y continua, algo que se asemeja un poco más a la democracia directa de los antiguos griegos.
AI Steve busca reducir el desencanto y aumentar la confianza en el sistema democrático. Pero no es oro todo lo que reluce.
Hay tres obstáculos principales en el camino:
Precisión y sesgo: las IA pueden generar respuestas sesgadas o inexactas, lo que es preocupante cuando se trata de representación política.
Transparencia del algoritmo: la opacidad de los algoritmos detrás de AI Steve puede generar desconfianza y preocupación sobre su imparcialidad. En mi opinión generaría mucha más confianza abrir el acceso al código.
Validación humana: Se necesita un sistema robusto de validación humana para revisar y calificar las políticas sugeridas por AI Steve, asegurando que sean coherentes y sensatas.
Un futuro prometedor y desafiante
Menudo cliché, todos los futuros son así en cualquier época, ¿verdad?
¿Estamos realmente preparados para abrazar una nueva era democrática potenciada por la inteligencia artificial? AI Steve podría ser el primer paso hacia una transformación radical en cómo entendemos y practicamos la democracia. La posibilidad de tener un sistema que permita a los ciudadanos participar continuamente en la toma de decisiones políticas es sin duda atractiva y se asemeja a los ideales de la democracia directa de la antigua Grecia.
Sin embargo, no debemos pasar por alto los retos significativos que esto conlleva. La precisión y el sesgo en las respuestas de las IA pueden distorsionar la representación política. La opacidad de los algoritmos puede socavar la confianza pública, y la necesidad de una validación humana robusta para garantizar la coherencia y sensatez de las políticas es crucial.
La implementación de AI Steve y similares requiere no solo avances tecnológicos, sino también un cambio cultural y legislativo profundo. Los actores políticos deben estar dispuestos a adaptarse y a ceder parte del control a las herramientas de IA, algo que puede encontrar mucha resistencia.
Es esencial que sigamos explorando y perfeccionando estas innovaciones, siempre con un ojo crítico y un compromiso con la transparencia y la equidad. La tecnología puede ser una poderosa aliada para revitalizar la democracia, pero solo si la utilizamos de manera consciente y responsable. ¿Será AI Steve el pionero de esta revolución democrática?
El tiempo lo dirá.
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